A penas fue bautizado, Jesús salió del agua. En ese momento se le abrieron los cielos y vio al Espíritu de Dios descender como una paloma y dirigirse hacia él. Y se oyó una voz del cielo que decía: “Este es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta toda mi predilección”.
Mt 3, 16-17.
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