El color rosa no tiene
demasiada presencia en la liturgia. Sin embargo se usa en dos momentos, cada
uno en distintos períodos del calendario litúrgico, y marca la llegada de algo
trascendente.
Uno es durante el adviento y anticipa la
felicidad como consecuencia del nacimiento de Jesús. El otro es en la cuaresma.
Si bien es un período del calendario marcado por la penitencia, representa
también la felicidad pero en este caso originada por la resurrección de Cristo.
Los flecos dorados en las terminaciones y
una borla morada atrás, le dan la terminación a un ornamento que pretende estar
a la altura de la celebración.




















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